Un anticonceptivo inyectable aumenta el riesgo de transmisión del VIH
tanto en las mujeres (si su pareja masculina está infectada) como a la inversa.
Los últimos datos al respecto, que ha publicado The Lancet, arrojan otra sombra
sobre este método, que tiene gran aceptación en algunos países del África
subsahariana oriental porque permite que las mujeres regulen sus periodos de
fertilidad. En este trabajo, que ha seguido a 3.800 parejas en la que uno de
los miembros tenía VIH y el otro no (lo que se conoce como serodiscordantes),
se ha detectado que la tasa de infecciones era el doble en el grupo que usaba
este método anticonceptivo que en el conjunto de la población estudiada.
El fármaco en cuestión es la medroxiprogesterona, y tiene la ventaja de
que se inyecta cada dos o tres meses, y actúa como la píldora anticonceptiva,
inhibiendo la ovulación. Su uso es tan sencillo —una inyección intramuscular—
que la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo ha promovido para que lo
administre personal sanitario (enfermeras o auxiliares) o algún miembro de la
comunidad entrenado. Se calcula que unos 12 millones de mujeres lo utilizan.
El médico Juan Carlos López Bernaldo de Quirós, del servicio de
Infecciosas del hospital Gregorio Marañón de Madrid y miembro de la junta
directiva de la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida (Seisida), admite
que hay varios trabajos ya en este sentido. "Parece que la causa de este
aumento del riesgo es que cambia el epitelio vaginal", explica el médico.
Ello podría implicar que este se debilite, lo que facilitaría las
minihemorragias por las que se transmite el virus. "En las embarazadas
parece que ocurre algo similar", afirma el médico.
Sin embargo, el experto insiste —en línea con el comentario que acompaña
al artículo en The Lancet— que en casi todos los casos los estudios no estaban
enfocados a medir este aspecto, y que el número de mujeres que tomaban el
fármaco era muy escaso (alrededor del 11%).
Además, las mujeres iban cambiando de método anticonceptivo a lo largo
del tiempo estudiado (unos cinco años), y los datos sobre cuál utilizaban y
durante cuánto tiempo se basan en sus respuestas, no en mediciones exactas. Aun
así, el trabajo plantea un problema: qué aconsejar a las mujeres para las que
el uso del preservativo con sus parejas es imposible (porque ellos se niegan o
no quieren decirles que tienen el VIH), y no quieren quedarse embarazadas. Es
un complicado ejercicio de balance de riesgos (embarazo frente a VIH). La OMS
se reunirá en enero para estudiarlo.
Un 25% de
los españoles con VIH no saben que están infectados
El Secretario del Plan Nacional sobre el sida advierte de un repunte en
el número de casos en los próximos años
El retraso diagnóstico es una de las principales preocupaciones del
secretario del Plan Nacional sobre el sida, Tomás Hernández. En España se
estima que entre un 25% y un 30% de las personas con VIH no sabe que está
infectada, es decir hay unas 35.000 personas que por miedo al estigma y a la
discriminación no se están beneficiando de los tratamientos existentes. En
cuanto a transmisión del virus la vía heterosexual sigue siendo la primera
causa de nuevos casos. Por este motivo Hernández ha recalcado la importancia "de
mantener un esfuerzo sostenido en el ámbito de la prevención, la educación y la
promoción de hábitos sexuales". Además ha advertido hoy de un
"ligero" repunte en los contagios por VIH en los próximos años,
ocasionado principalmente por el aumento de diagnósticos en el grupo de hombres
que mantienen sexo con hombres.
Así lo ha manifestado Hernández en rueda de prensa, en la que ha
presentado los datos de actividad del teléfono de información sobre VIH y sida
900-111-000, que recibe 25.000 llamadas cada año. El teléfono, una iniciativa
de la Secretaría del Plan Nacional sobre el Sida y que gestiona Cruz Roja, ha
recibido un total de 115.822 llamadas durante sus cinco años de funcionamiento.
La mayoría proceden de toda España, aunque Madrid agrupa más del 25% del total,
seguida de Barcelona (11%) y Valencia (5%). El 10% de las llamadas las
realizaron los menores de 22 años: "un colectivo especialmente indicado
para recibir información sobre esta epidemia", ha argumentado Hernández.
El 60% eran personas entre 23 y 35 años y el resto, un 30%, eran mayores de 35.
"En el caso de este grupo de edad, las principales dudas se refieren sobre
todo a consultas sobre la medicación", subraya María, trabajadora fija del
servicio de atención.
Suena el teléfono y Henry, compañero de María, responde con voz calmada y
segura: "Teléfono de ayuda". Él es una de las cuatro personas que
atienden las consultas de lunes a viernes, de diez a ocho de la tarde. El
trabajador prosigue con la llamada. Con el ratón señala en el ordenador dos
casillas: "Mujer y pareja con VIH". Más de la mitad de las consultas,
un 56%, están relacionadas con prácticas sexuales, principalmente
heterosexuales. En cuanto a la información solicitada, se agrupa en dos
bloques. La primera, son las vías de transmisión del VIH (40%) y la segunda,
falta de información sobre las pruebas de diagnóstico existentes para la
detección del virus: "En esta llamada, la mujer estaba preocupada por
cosas cotidianas como si podía beber del mismo vaso que su pareja o ducharse
con él. Normalmente las mujeres no abandonan a sus parejas cuando descubren que
esta tiene VIH pero si se sienten pérdidas. Hay mucha desinformación sobre
tareas del día a día".
"La decisión de hacerse las pruebas es personal y voluntaria",
explica Henry. Los tests se pueden realizar de forma gratuita en los centros
sanitarios de la red pública y además en los centros de enfermedades de
transmisión sexual y ONG. "En Cataluña y País Vasco se pueden comprar en
las farmacias lo que llamamos pruebas rápidas y cuyo resultado se obtiene en
menos de 30 minutos", explica Hernández.
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